Aquí en Raízes Desarrollo Sostenible, creemos que cada proyecto es una oportunidad para fortalecer las conexiones, construir narrativas significativas y promover un cambio real. Uno de los aspectos centrales de nuestro trabajo es la escucha activa: oír lo que la gente tiene que decir, de forma abierta, respetuosa y transformadora. En este contexto, surge una pregunta importante que nos acompaña en evaluaciones, entrevistas y encuestas: ¿debemos identificar a los entrevistados o no?
Nos gustaría que la respuesta fuera sencilla. Ambos enfoques -identificado y anónimo- aportan ventajas y desafíos. Decidirse por uno u otro, o incluso por una combinación de ambos, requiere sensibilidad, planificación y claridad sobre los objetivos de la evaluación o entrevista. Más que eso, es una decisión que refleja valores como la confianza, la transparencia y la empatía.
¿Se identifica o no? Combinar perspectivas
Mantener el anonimato de los participantes es una práctica habitual en algunas evaluaciones. Puede fomentar la franqueza, especialmente en temas delicados. Las personas evaluadas y entrevistadas se sienten más cómodas compartiendo opiniones sinceras cuando saben que sus respuestas no estarán vinculadas a su identidad. Esto reduce el temor a ser juzgados o sufrir represalias, creando un espacio más seguro para la expresión.
Sin embargo, el anonimato tiene sus límites. En contextos organizativos o comunitarios, cuando se plantean problemas importantes, ¿cómo resolverlos sin saber de dónde vienen? La identificación puede ser esencial para personalizar las soluciones, reforzar los vínculos y dar continuidad a las acciones transformadoras. Por otro lado, cuando exigimos que la gente se identifique, corremos el riesgo de perder matices valiosos, ya que algunas respuestas pueden filtrarse por miedo a abrir opiniones contrarias o críticas más duras.
Todo un dilema, ¿no?
La escucha activa y el poder de la representación simbólica
Otra característica de nuestro trabajo es la forma creativa en que representamos a los participantes. En el estudio que lanzamos recientemente, aportamos un toque de simbolismo identificando a los entrevistados como frutas. A cada perfil se le dio una representación humanizada, que se utilizó en todo el material para conectar las respuestas con un imaginario visual ligero y atractivo.
Este enfoque también aparece en el estudio de la Asociación Brasileña de Empresas de Ecoturismo y Turismo de Aventura (ABETA), en colaboración con el Ministerio de Turismo, sobre el perfil de los turistas de aventura y ecoturistas en Brasil, que utiliza aves para categorizar los perfiles. También en la tesis doctoral de Mariana Madureira, fundadora y directora ejecutiva de Raízes, que utilizó los destinos turísticos para identificar a las personas influyentes en los viajes.
Estas opciones creativas contribuyen a dar una voz simbólica a las personas, preservando su identidad al tiempo que enriquecen el impacto narrativo del estudio.
La elección de identificar o no a los entrevistados no es sólo una decisión metodológica, sino un ejercicio ético que refleja nuestro compromiso con las personas y comunidades que nos confían sus historias. Al equilibrar el anonimato y la identificación, no sólo recopilamos datos, sino que creamos entornos de auténtica escucha, generamos confianza y allanamos el camino para transformaciones sostenibles.
Nuestra práctica se basa en la idea de que cada discurso, ya sea anónimo o identificado, conlleva un poder único. Por eso seguimos combinando estrategias, explorando nuevas formas de escuchar y respetando siempre el protagonismo de quienes participan en nuestras evaluaciones. Al fin y al cabo, creemos que la escucha activa está diseñada para que cada voz desempeñe un papel esencial en nuestro camino colectivo.